Mientras que la ciudad de Rosario ha logrado en los últimos años celebrar el Día de la Bandera con una efusiva alusión a su creador Manuel Belgrano, a la Bandera en sí misma y a todos los acontecimientos patrios que rodean al prócer y al símbolo por excelencia, el gobierno nacional eligió el olvido.
El día jueves 28 de febrero se llevó a cabo la inauguración de un sector del hospital Granaderos a Caballo de San Lorenzo, con la presencia del gobernador de la provincia de Santa Fe, Miguel Lifschitz.
Los gobiernos socialistas de nuestra provincia se han jactado siempre de haber desarrollado un sistema de salud ejemplar, pero lo cierto es que a la hora de la realidad abundan los ejemplos de un sistema deficitario por donde se lo mire. Es más, se encuentran pocas críticas al respecto en los grandes medios de comunicación, sin embargo, si uno recorre algunos hospitales se encontrará con imágenes espeluznantes de sus edificios. Todavía están en pie las estructuras edilicias de épocas pasadas, casi sin haberse alterado, y el paso del tiempo ha transformado algunos sectores en pasillos oscuros y salas tenebrosas. Y otros, como el del hospital Granaderos a Caballo de San Lorenzo, han estado siempre en un permanente construir, es decir, nunca terminando los proyectos y cuando se terminan ya es tarde, porque el lugar parece disfuncional respecto al avance de la medicina.
La desaparición de máquinas costosas, la falta de elementos básicos, la falta de cargos, es siempre un grave problema que no se soluciona porque no hay voluntad política de hacerlo.
En este caso, se inaugura este “moderno” sector, mientras en la zona de la sala de rayos un equipo fluorescente deja ver los cables caídos en un abandono arbitrario. La guardia sigue siendo la misma, como la mayoría de las guardias de los pobres hospitales de nuestro país. Al igual que el sector de internación. Hace unos días atrás se produjo un corte de luz en la ciudad y no funcionaban los generadores. El ascensor sufrió un principio de incendio, se produjeron “goteras” durante las lluvias.
Si todo se mantiene y sigue funcionando es por la gran voluntad de las personas que trabajan, cumpliendo con sus tareas, tratando de evitar un colapso final que nunca llega, a pesar de la obstinada indiferencia de los funcionarios políticos de turno. A excepción, claro, de las épocas electorales, que con un poco de pintura, arreglos de fachada y muebles de oficina se prestan para una foto espectacular de oportuno marketing.