Una salida filosófica

Una salida filosófica

 

Muchos creen que los problemas de la Argentina son exclusivamente por la economía, es decir, que con medidas económicas se solucionarían todos los problemas. Esta idea la adoptó mucha gente y, quizás, por eso vio en el actual presidente una solución a los problemas, por ser considerado un economista “que sabe”. El problema es que ese saber fue ventilado en los medios de comunicación como un verdadero conocimiento vinculado a las cuestiones de Estado. Pero con el andar del tiempo, el mismo presidente se autoproclamó enemigo del Estado, por lo cual resultaría difícil pensar que alguna solución a nuestros problemas puede provenir de ese lugar.

También se ha apelado a que el problema de nuestro país es político, algo quizás más acertado. Porque los problemas económicos son consecuencia del accionar político. Si la política, como arte del conocimiento de la cosa pública, no brinda soluciones, el descalabro se transmite a todas las esferas de la vida institucional. Y es lógico que la economía se resienta a niveles insoportables.

Una tercera perspectiva se ha dado con el actual presidente, lo que nos sumerge en el problema social o cultural. Una creencia en que cierta profecía anunciaba a un hombre gris (*) al cual nadie había visto venir y que cambiaría a la Argentina. Si uno analiza la profecía es poco clara en interpretar si este hombre gris es justamente el final del caos para que después aparezca la solución o si es la solución en sí misma. Lo cierto es que las creencias proféticas y las ideas milenaristas, fusionadas con el poder, pueden llegar a influir profundamente en las sociedades. De esto la historia está llena de ejemplos. Como también está lleno de ejemplos su contraparte, es decir, aquellas acciones realizadas para frenar la locura de ciertos líderes que creen que son enviados divinos o que traen mensajes de una trascendencia a la cual el común de los mortales no podemos acceder.

Benjamín Solari Parravicini

 

Esta aceptación de parte de mucha gente se imbrinca con las creencias sobre la tierra plana, los antivacunas, los que ven a cada vuelta de la esquina una conspiración, etc., sumado a la volatilidad y a la vulgar presión a las que estamos sometidos con las redes sociales. A la falta de educación, al arrinconamiento existencial al que son llevadas muchas almas como consecuencia de la voraz ambición de unos pocos que dominan la economía mundial.

De manera que, nos encontramos ante una realidad fascinante desde el punto de vista del análisis histórico, pero que seguramente trae y traerá consecuencias al corto y mediano plazo.

Entonces, ¿qué nos queda por delante? Entiendo que más allá de los problemas económicos, políticos y sociales, también tenemos un problema espiritual. Por lo que habría que empezar por esa arista para ver la posibilidad de encontrar una salida a estos problemas epocales.

Las responsabilidades no recaen solamente en la dirigencia, pues los dirigentes son los verdaderos representantes de una sociedad, pues de allí surgen, y desde esos parámetros representan a la gente. La sociedad tiene graves problemas a los que deberá enfrentar con estoicismo, de lo contrario la caída seguirá en picada y a gran velocidad.

El narcotráfico es uno de los negocios más rentables y corrompibles del mundo: lo es justamente porque existe mucho consumo.

La riqueza se concentra cada vez más en pocas manos: eso es posible por la ambición de todos.

La violencia extrema, como las guerras y el terrorismo, está a la vista de todos, porque todos, en lo más pequeño, estamos violentos.

Las sociedades del pasado, cuando estaban al borde de la disolución, encontraron la salida a través de un cambio de conducta que provenía del ámbito espiritual y de la filosofía. Aunque la filosofía parezca estar lejos de los problemas de la gente es como un dios que aparece en los momentos difíciles, aportando luz donde hay oscuridad, entendimiento donde hay ignorancia y amor cuando el odio impide avanzar hacia un camino de paz y prosperidad.

 

 

(*) Se trata de las profecías de Benjamín Solari Parravicini, conocido como el “Nostradamus” argentino, quien a través de dibujos desarrolló muchas profecías mundiales y específicamente lo que ocurriría en Argentina.

 

 

FOTO PRINCIPAL: La Escuela de Atenas, pintura de Rafael Sanzio. En el centro se destacan Platón y Aristóteles, de entre una gran cantidad de filósofos de la antigüedad.