Un proyecto posible

El juego político que viene sufriendo nuestro país es como jugar con fuego. En realidad, es el juego peligroso que juegan los políticos, que parece que nunca se pondrán a trabajar en serio para tener un país del cual podamos enorgullecernos. Y, ¿qué es trabajar en serio?, porque sino parece que fueran frases hechas. La verdad, es que a lo largo del tiempo han retorcido tanto la realidad que pareciera que es muy difícil salir adelante. Una salida posible no es muy compleja. Habría que perder un poco de tiempo para sentar las bases de lo que deseamos para nuestro país, de acá a cincuenta o cien años, en todas las áreas y, a partir de allí, comenzar a decidir. Por ejemplo, la provincia de Santa Fe, necesita salir de una estructura arcaica y avanzar en temas de salud, educación, rutas, urbanizaciones, reforma de la Constitución (no solo para reelecciones), sino para modernizar los territorios y sus estructuras políticas. También desarrollar polos tecnológicos, defender el medio ambiente, desarrollar infraestructuras productivas y turísticas coordinadas y vinculadas, en fin, sería largo en este espacio, pero no imposible en plasmarlo y que la mayoría lo adscriba. Y a partir de ese momento cualquier persona que llegue al poder comenzará a implementarlo. No habría dudas, más que aquellas que surjan de la implementación y de factores imprevistos, y todos sabríamos hacia dónde vamos, tarde o temprano.

En cambio, los que gobiernan suelen deambular y probar (cuando no robando y transando con el narcotráfico y las mafias), porque se han perdido las bases de los viejos partidos políticos, que tenían programas de gobierno, aunque basados en una ideología, por lo menos eran guías que permitían un seguimiento generalizado.

Pero el ciudadano también es responsable, al haber optado por los cantos de sirenas de individualidades que decían poder solucionar todos los problemas, cuando en realidad arribaban para hacer negocios. El enriquecimiento ha sido lo sobresaliente de las últimas décadas, lo que demuestra que cuando quieren hacer las cosas “bien” las hacen, lástima que justamente lo que hacen bien es lo malo.

Pensar un país posible, concretarlo en un proyecto y esperar que personas con buenas intenciones lo lleven a cabo no es muy difícil. Lo difícil, la mayoría de las veces, es aceptar que nos equivocamos.