Memoria insegura

Aunque somos un pueblo que tiene poca memoria de los hechos históricos, apelo a que recordarán la balacera que sufrió en su casa de Rosario el entonces gobernador de la provincia de Santa Fe, Antonio Bonfatti, en el año 2013. En aquel momento advertí que a partir de ese momento podría ocurrir cualquier cosa imaginable. Se había pasado el máximo límite, el mayor desafío a la autoridad constituida. Casi, se podría decir, un atentado a la democracia.

Sin embargo, apenas pasadas las primeras impresiones sobre ese hecho, la anestesia social hizo su efecto y la vida siguió como si nada. Después vendrían ataques a funcionarios judiciales y, más tarde, en una de esas balaceras del far west rosarino una bala terminó con la vida de una niña de cinco años de edad. Otra vez la indignación. Otra vez el olvido.

En el año 2019 mataron a balazos a Ema “Pimpi” Sandoval, quien se hallaba con prisión domiciliaria condenado por el ataque a la casa del gobernador. Ajuste de cuentas, ajusticiamiento simbólico o lo que sea, la violencia se seguía paseando por las calles.

La confusión generalizada de la gente fue cuando empezaron los hechos de violencia narco en Rosario: “Mientras se maten entre ellos no importa”. Pero también advertí que pensar de esa manera era un error. Porque esa violencia comienza a desbordar, como agua sucia que inunda por todos lados y no se puede contener. Así de simple. Solo faltaba esperar para que la violencia comenzara a vivirse como un infierno que nos involucraba a todos.

Ahora otra vez la “sorpresa”, la balacera al conocido restaurant El Establo y al bar “Jorgito”, que más allá de las vinculaciones que sus dueños puedan tener con un club de fútbol de Rosario o con los Canteros, respectivamente, no deja de involucrar hechos peligrosísimos de violencia para cualquier persona que acuda a esos lugares como simples comensales.

El sistema preventivo y represivo que pueda tener un Estado funciona bien cuando también lo hacen los otros estamentos, como la Justicia y la misma política. En última instancia, los policías son simples ejecutores de una política de Estado que deben llevar adelante los gobiernos. Por eso pensar en más policías y móviles en las calles no deja de redundar en un error que, a veces, entorpece más de lo que pueda ayudar. Basta con observar los controles que realizan las autoridades, más específicamente con el auxilio de las fuerzas federales. Terminan deteniendo el paso de vehículos para requerir documentación de los “tontos” que pasan por casualidad porque están trabajando o realizando trámites normales, mientras en otros sectores los delincuentes se mueven a sus anchas robando, disparando y matando.

Y como frutilla del postre, para que todo funcione bien, es indispensable que mantengamos la memoria activa, pues es la única manera de prevenir todo aquello que nos hace mal como sociedad.