Ley de leyes

 

Ya es ley la “ley de humedales”. No por ser hecha por los seres humanos de esta tierra del continente americano, sino porque es ley de la naturaleza que se respeten sistemas bio ambientales como lo son los humedales del Paraná.

La ley que se esperaba que se trate en el Congreso de la Nación Argentina perdió estado parlamentario, como siempre por la desidia e intereses de todos los sectores que integran el parlamento nacional. Se ignora qué intereses pueden ser mayores y mejores que respetar el medio ambiente que nos da la vida, pues sin la vida no hay forma de gozar de los “intereses” a los que aspiran los ineptos y corruptos que nos representan.

Una mezcla de cobardía y actitud rastrera, incoherencias e hipocresías, ambiciones sin límites, egoístas hasta los extremos, entregan sin piedad nuestros recursos naturales a explotadores sin límites ni conciencia: depredan el mar argentino, derrumban montañas para extraer minerales, hacen desaparecer inmensos bosques nativos para sembrar, dejan ocupar extensiones de tierras a extranjeros, todo recurso habido y por haber es entregado sin limitaciones a cualquiera, cuando debería ser explotado de una manera sabia por nosotros los argentinos.

Hemos perdido la dignidad como nación. No hablo de esa nación patriotera que suelen declamar chatas ideologías, sino aquella por la cual lucharon nuestros fundadores. Una tierra para todos, pero que todos respeten, una nación que pueda vivir y desarrollarse con sus propios recursos, que son tan amplios y complejos que de por sí somos ricos. Pero nuestra estúpida actitud de creernos los mejores nos condujo a un callejón sin salida, queriendo escapar de nosotros mismos y de nuestro propio destino, un destino inmejorable al cual huimos por no poder enfrentarlo.

Siempre creímos que nuestro país estaba destinado a lo mejor, a ser poste indicador del mundo, a ser ejemplo de trabajo y uso racional de los recursos naturales, a producir mentes brillantes que aporten luz a la humanidad. Y lo único que logramos fue una miserable imagen de la cual ni siquiera nos avergüenza.

En el fondo de la cuestión quizás sean más los que quieran aspirar a ese futuro que perdimos, pero estamos atrapados por una minoría absurda y torpe, de mala actitud, que desea que nos hundamos en el lodo de la historia.

Siempre hay esperanzas, mientras haya voluntad de enfrentarnos a nosotros mismos, mirar de frente, corregir ciertas actitudes y separar la paja del trigo.

El problema no es el Fondo Monetario Internacional, ni las ideologías de izquierdas y de derechas, el problema somos nosotros, que tenemos que acordar una refundación del país, retomar las ideas de San Martín y Belgrano y comenzar de nuevo. Siempre se puede. Solo falta determinación, un sueño a alcanzar y los métodos más prácticos y éticos que nos lleven a esa salida tan ansiada por una gran mayoría.

Ya sabemos que nuestros representantes carecen de muchas de las cualidades necesarias para enfrentar todo esto. Falta que gente del pueblo sea reconocida, apoyada y llevada al lugar desde donde se pueden realizar cambios importantes. Todos tenían en sus plataformas electorales la cuestión ambiental y en el Congreso estuvo dos años este proyecto y no lo trataron y perdió estado parlamentario.

Y así pasa con la inseguridad, el narcotráfico, la cuestión económica, cultural, etc. Desidia tras desidia, corrupción tras corrupción, joda tras joda, mientras el país se hunde cada vez más en la ignorancia y en la miseria. Pero hay salida. Ese es el mayor problema para los que creen que porque no se traten las leyes no existirán por sí mismas.

El ser humano ha extraído la mayoría de las leyes que rigen a la sociedad del orden natural. En la naturaleza existen leyes eternas y nuestro anhelo fue siempre estar en concordancia con esas leyes. Ese respeto al orden natural nos ha dado sabiduría y supervivencia. Darle la espalda a esas leyes, con nuestra soberbia humana ha sido siempre nuestra condena. Sin embargo, sin aspirar a tanto, como país podríamos estar a tono y a la vanguardia con el resto del mundo. Pero elegimos el camino equivocado. La solución es corregir ese rumbo, ya que los conductores que tenemos no están en condiciones de caminar por nuevos caminos.