Por César Ríos
Una de las particularidades que tiene el Estado, ya sea nacional, provincial o municipal, es la capacidad de aparecer cuando no se lo convoca o cuando decide hacer algo en situaciones que funcionan bien sin su “ayuda” y termina perjudicando.
En Pueblo Andino, desde hace años funciona el circuito deportivo donde ciclistas y corredores entrenan para las competencias o simplemente por el solo placer de realizar una actividad deportiva en un medio ambiente natural, agreste y de belleza inigualable.
Con el correr del tiempo se conformó un grupo autodenominado “Amigos del Circuito de Andino”, muchos de cuyos integrantes se dedicaron a cuidar el circuito, cortar la maleza cuando invadía los senderos o limpiar de elementos contaminantes, que suelen dejar los desaprensivos de siempre. La familia Bachella también ha sido un puntal del circuito y uno de los organizadores de eventos deportivos que allí se realizaron durante mucho tiempo y que también se ha dedicado con esmero a cuidar el lugar.
Pero cierto día el Estado, en este caso representado por el gobierno del presidente comunal José Abraham, decidió intervenir en lo que hasta ese momento funcionaba bien. Y con el afán de hacer algo diferente, comenzar a cobrar alguna entrada, y etcétera de los etcéteras, termina logrando lo contrario.
En las últimas semanas se dedicaron a la limpieza del circuito y no tuvieron mejor idea que hacerlo con un tractor, lo que generó destrucción de muchas plantas y se desdibujó la senda.
De acuerdo a la definición de la RAE (Real Academia Española), senda es “camino más estrecho que la vereda, abierto principalmente por el tránsito de peatones y del ganado menor”. Y generalmente una senda atraviesa lugares selváticos, boscosos, y aquellos que la transitan respetan el medio ambiente. Esto ha sido así desde épocas inmemoriales. Sendas que el ser humano ha caminado junto a los animales silvestres o de ganado, en una necesidad compartida o de disfrute en el caso de las personas.
El circuito de Andino es una serie de sendas que recorre casi 15 kilómetros en zona de campo, hondonadas, entre bosques de eucaliptus y plantas autóctonas, a la ribera del serpenteante río Carcarañá. Alberga también una fauna diversa, integrada por liebres, iguanas, cuises, víboras, tortugas de río y numerosas aves que hacen del lugar una verdadera reserva.
Hasta que llegó el Estado junto a los que no entienden. El tractor no solo pasó por la senda para “limpiar” los yuyos, como si del jardín de una casa se tratara, sino que para llegar a algunos lugares de la senda abrió nuevos caminos, de una manera tan torpe como irresponsable. Al pasar el tractor dejó sucia la senda y destruyó algunos árboles que se hallaban a la vera de la senda.
Así están las cosas, en un lugar tan bello y delicado que hoy da pena verlo y transitarlo.
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Ingreso al circuito de Pueblo Andino