La provincia de Santa Fe fue la primera en darse un reordenamiento constitucional cuando en 1819 Estanislao López dicta el “estatuto provisorio” que sentará las bases para la constitución definitiva de 1856. Luego vendrán períodos de reformas hasta que se produce la última en el año 1962, en la gobernación de Carlos Silvestre Begnis, que es la que rige actualmente.
Hace varios años que algunos gobernadores amagaron con encarar una reforma constitucional, pero es recién ahora, con la gobernación de Maximiliano Pullaro, que se ha decidido avanzar hacia tan ansiada y polémica reforma.
Ansiada porque es necesario adecuar el texto constitucional a tiempos modernos y, polémica, porque el fantasma de la reelección siempre está presente. Y hoy se escuchan voces que advierten que con un periodo no es suficiente para que un gobernador aplique todos su proyectos difundidos en campaña electoral.
Es posible. Pero también es posible que se pretenda la reelección solamente por la necesidad deseosa de continuar en el poder: lugar ansiado para los negocios y el sostenimiento de estructuras políticas.
En realidad, es necesaria una reforma, pero no únicamente de textos declamativos, que ofrezcan una decoración placentera con la intención de otorgar calma a todos los sectores. Ya hay filas de funcionarios que se ubican como “constitucionalistas”, para participar en dicha reforma. Pero surge una pregunta: ¿hay un deseo real, sincero, de reformar la constitución santafesina para que la provincia surja como una potencia en el concierto de los territorios argentinos? ¿o es solamente una movida más para la reelección del gobernador?
Estas preguntas serán respondidas allá a lo lejos, cuando se termine de realizar la reforma y se vean cuáles fueron las intenciones.
Mientras tanto, tenemos una oportunidad inigualable. En esta reforma deberían participar todas las instituciones, todos los sectores, en definitiva, todos los habitantes, de una forma u otra, para no perder esta oportunidad histórica y demostrar al país y al mundo la capacidad de organizarnos, pensar y participar para el bien general.
Así, estaríamos a la altura de los que en 1819, con López a la cabeza, afianzaron un constitucionalismo progresista, federal, que ya estaba en el espíritu de ese estatuto provisorio que luego daría paso a una completa constitución.