José de San Martín: el intelectual guerrero

José de San Martín: el intelectual guerrero

 

Muchas veces hablar del general San Martín es referirse a los mismos tópicos, de acuerdo a las fechas que se recuerdan o celebran.

En particular, su nacimiento nos lleva a un abanico de posibilidades, porque podemos recorrer toda su historia, a partir de ese acontecimiento ocurrido en Yapeyú, hace 247 años. Entonces, podemos tomar cualquier período de su historia. A mí siempre me interesó el aspecto intelectual de San Martín, porque me llamaba la atención esa paradoja que se daba entre un militar que descolló en el campo de batalla y esa persona que en sus largos viajes de campañas militares arrastraba una gran cantidad de libros. Y por supuesto ni hablar de la fundación de bibliotecas y el fomento del conocimiento, como si se tratase de un mecenas. No conquistó pueblos, los liberó, y encima les dejó conocimiento.

Si San Martín hubiera tomado el camino de la conquista, de su propia grandeza, hoy sería comparado con esos grandes personajes como Napoleón, Aníbal, Alejandro Magno. Hasta tendría sus películas de Hollywood y toda esa fama del espectáculo. Pero optó por el camino de la grandeza de los seres humanos, el camino de esas virtudes que otorga el intelecto cuando busca la verdad.

Sus hazañas militares son similares a las de esos generales y emperadores. Sin embargo, sus virtudes son incomparables. Sus renunciamientos envidiables. Lo que describen a un hombre espiritualmente evolucionado, porque el destino lo puso en el camino de las guerras, que siempre trató de evitarlas, por eso dijo: “La biblioteca destinada a la educación universal es más poderosa que nuestros ejércitos”.

Cuando el Ayuntamiento de Santiago de Chile, luego del triunfo de Chacabuco, le obsequia 10.000 pesos en oro, el héroe dona este dinero para la fundación de una Biblioteca en Santiago. En carta del 17 de marzo de 1817, surge la famosa frase: “La ilustración y el fomento de las letras es la llave maestra que abre las puertas de la abundancia y hace felices a los pueblos”.

En el Decreto de erección de la Biblioteca Pública de Lima, del 28 de agosto de 1821, afirma: Las almas reciben entonces el nuevo templo, toma vuelo el ingenio, nacen las ciencias, disípanse las preocupaciones que cual una densa atmósfera impiden a la luz penetrar, propagándose los principios conservadores de los derechos públicos y privados, triunfan las leyes y la tolerancia, y empuña el cetro la filosofía, principio de toda libertad, consoladora de todos los males, y origen de todas las acciones nobles, influjo que las letras y las ciencias, ejercen sobre la prosperidad de un Estado”.

Observen cómo San Martín hace hincapié en la filosofía como el “principio de toda libertad, consoladora de todos los males, y origen de todas las acciones nobles”.

Era hijo de la ilustración, del enciclopedismo, de la filosofía iluminista. Sus referencias al estoicismo y hasta de su contraparte el epicureísmo, también denotan de qué manera su carácter no solo se forjó en el campo de batalla, sino en ese otro campo de batalla donde participan las ideas.

El rasgo distintivo de su carácter era la astucia y el secreto. Su pensamiento estaba herméticamente cerrado en su pecho”, afirmó Sarmiento. De hecho, solo tres personas lograron penetrar esa coraza y ser confidentes y amigos. José Gregorio Gómez, Bernardo O Higgins y Tomas Guido. Relaciones que quedaron inmortalizadas en su profusa correspondencia.

Este año se cumplen los doscientos años de la creación de las máximas a Mercedes, un resumen filosófico de vida que quiere transmitir a su hija, para que no se olvidara nunca cuáles eran las directrices a tener en cuenta para llevar una vida digna.

La obra sanmartiniana, en su legado intelectual y espiritual, es para tener en cuenta como guía de vida cívica y política.

El olvido no es bueno. Y estamos atravesando un momento histórico donde una brecha de olvido y desprecio por el pasado se hace presente cínica y efusivamente.

Y me lleva a recordar una frase de Alexis de Tocqueville, aquel ilustrado francés, símbolo del liberalismo conservador, al cual deberían recurrir los liberales o libertarios, al cual abrevaron mentes argentinas brillantes como Alberdi y Sarmiento, quien dejaría plasmada una frase que resume nuestro presente como nunca: “Desde que el pasado ha dejado de echar luz sobre el futuro, el espíritu humano anda errante en las tinieblas”.

Por eso recordar es no olvidar.

 

Editorial publicada en la edición papel N˚ 1651, con fecha viernes 28 de febrero de 2025