“Belgrano no es el gran hombre, sino el espejo de una época grande. Poco ha hecho que cada uno no se crea capaz de hacer, y sin embargo el conjunto de la vida de Belgrano constituye, por decirlo así, la Revolución de la Independencia, de que San Martín fue el brazo y Rivadavia el legislador. Belgrano era la América ilustrada hasta donde podía estarlo entonces la América inexperta en la guerra, pero dispuesta a vencer, Belgrano joven va a estudiar a Europa, y antes que Bolívar, Alvear, San Martín, trajeran el arte de vencer trae las buenas ideas sociales, el deseo de progreso y de cultura, la conciencia de los espíritus de libertad que debían requerir luego el auxilio de aquellas espadas”, dice Domingo Faustino Sarmiento en el corolario a la 1ª edición de la monumental obra Historia del General Belgrano de Bartolomé Mitre.
Antes de este párrafo, Sarmiento había advertido que “el general Belgrano es una figura histórica que no seduce por sus apariencias, ni brilló por el genio de la guerra, como San Martín…” y también que “Belgrano aparece en la escena política sin ostentación, desaparece de ella sin que nadie lo eche de menos, y muere olvidado, oscurecido y miserable”.
La fuerza sincera de las palabras de Sarmiento describe lo que fue el creador de nuestra bandera nacional y señala, a la vez, una época difícil y confusa para muchos de los contemporáneos de Belgrano. Es que se estaba llevando a cabo un proceso revolucionario de trascendencia en toda esta parte de América, que exigía definición y acción de todos los sectores, de los más humildes y empobrecidos hasta de los más aristocráticos y ricos de estas tierras.
Así, se cruzaban los estamentos sociales y se aunaban en una sola convicción. Hombres y mujeres se hallaban envueltos laboriosamente en luchar por una causa justa y fundacional.
María Catalina Echevarría de Vidal, amiga de Belgrano y que según cuenta la tradición confeccionó la bandera enarbolada en la ciudad de Rosario el 27 de febrero de 1812, es una de esas mujeres de la época que, a pesar de las restricciones femeninas, supo buscar su lugar en el proceso independentista. Sus restos descansan al pie del Baptisterio de la Parroquia San Lorenzo Mártir de la ciudad de San Lorenzo.
Por supuesto Belgrano no fue como San Martín, como Echevarría de Vidal no fue como Juana Azurduy, pero demuestra la variedad de personalidades y de ascendencia social de los que participaron en la gesta de la emancipación americana.
Hombres y mujeres que parecen estar destinados a formar parte de la historia, pero que en realidad buscaron ese destino, y muchas veces lo forzaron, porque sus convicciones estaban más allá de los intereses personales y partidarios.
Sus vidas han trascendido a lo largo de la historia y se han agigantado casi a la categoría de héroes, como esos héroes griegos fundadores de la historia universal. Son legados que han llegado hasta nosotros con la presencia, la participación y el compromiso que los condujo más allá de los comunes mortales. Esa excepcionalidad no es propia de los héroes, sino que se transforman en tal al ejercer la voluntad que toda mujer y todo hombre tienen por igual, pero que al llevarla al máximo de su expresión sobresalen del resto de la humanidad.