En estos días en que se llevaron a cabo las elecciones en Estados Unidos muchos analistas han señalado una incógnita que tiene derivaciones de análisis sociológicos.
Son las mismas consideraciones que se han realizado y se siguen realizando sobre las elecciones en nuestro país. Y también sobre el comportamiento del presidente Javier Milei, que en cuanta oportunidad tiene mediante discursos o en redes sociales, lanza una andanada de insultos condenatorios, burlas a economistas y otras tantas diatribas a diestra y siniestra, que no dejan de conformar un “discurso político” de alto impacto.
También es interesante destacar las actitudes de los políticos cuando se trata de las campañas electorales: bailan, cantan, gesticulan groseramente, lanzan frases polémicas en el formato de lo que se llama lo “políticamente incorrecto”, y otras tantas actitudes que no dejan de ser un anecdotario para las tribunas populares.
Pero si algo los caracteriza es la falta de contenido y profundidad en sus pensamientos. Piensan y actúan con la velocidad y la veleidad de las redes sociales. Pero cabe preguntarse, ¿cómo actúa la gente en las redes sociales en este contexto?.
Bien, al parecer esta es la cuestión de fondo, que nos va a dar respuestas respecto al por qué de las actitudes de los candidatos y funcionarios.
Byung-Chul Han, el filósofo surcoreano que es profesor de la Universidad de las Artes de Berlín.
El filósofo coreano Byung-Chul Han ha teorizado con claridad acerca de lo que ha llamado el “enjambre”, a este nuevo fenómeno tecnológico digital que son las redes sociales. El filósofo hace referencia a las instancias privadas que se pierden en las comunicaciones digitales, lo que conlleva a que se mezclen lo público y lo privado y se produzca la ausencia de esa distancia que antes ocupaba el “respeto”, porque el respeto “presupone una mirada distanciada”. Y que “el respeto constituye la pieza fundamental para lo público. Donde desaparece el respeto, decae lo público. La decadencia de lo público y la creciente falta de respeto se condicionan recíprocamente”.
Y concluye que “el respeto va unido al nombre. Anonimato y respeto se excluyen entre sí. La comunicación anónima, que es fomentada por el medio digital, destruye masivamente el respeto. Es, en parte, responsable de la creciente cultura de la indiscreción y de la falta de respeto”.
Por supuesto, no hace referencia a la falta de respeto que podría entenderse como el mero insulto, sino que lo sitúa en la profundidad de la etimología de la palabra. Respeto es “mirar hacia atrás”, que sería como “mirar de nuevo”. Y si espectáculo viene de spectare, que es alargar la vista como un mirón, un ver al que la falta la “consideración distanciada”, el respectare, el respeto, entonces estamos ante el escándalo que produce la espectacularización de lo público.
El comportamiento que observamos en algunos líderes políticos de moda se nutre justamente de esta circunstancia que aparece en la escena pública a través de las comunicaciones digitales.
No es de esperar que de la vacuidad de pensamientos que se expresan en la redes sociales se pueda procrear un líder con pensamientos arraigados en el análisis, el compromiso con la justicia, la ciencia y el trabajo y mucho menos con el respeto hacia el otro.
José Ingenieros, el ítaloargentino que también fue protagonista de la reforma universitaria de 1918.
Ya lo dijo claramente a modo de profecía nuestro filósofo José Ingenieros en su obra “El hombre mediocre”:
“Políticos sin vergüenza hubo en todos los tiempos y bajo todos los regímenes, pero encuentran mejor clima en las burquesías sin ideales. Donde todos pueden hablar, callan los ilustrados; los enriquecidos prefieren escuchar a los más viles embaidores. Cuando el ignorante se cree igualado al estudioso, el bribón al apóstol, el baquirroto al elocuente y el burdégano al digno, la escala del mérito desaparece en una oprobiosa nivelación de villanía. Eso es la mediocracia: los que nada saben creen decir lo que piensan, aunque cada uno solo acierta a repetir dogmas o auspiciar voracidades. Esa chatura moral es más grave que la aclimatación de la tiranía, nadie puede volar donde todos se arrastran. Conviene llamar urbanidad a la hipocresía, distinción al amaricamiento, cultura a la timidez, tolerancia a la complicidad; la mentira proporciona estas denominaciones equívocas. Y los que así mienten son enemigos de sí mismos y de la patria, deshonrando en ella a sus padres y a sus hijos, carcomiendo la dignidad común”.
Publicada en edición papel N˚ 1644, de fecha viernes 8 de noviembre de 2024