De la naturaleza de nuestras vidas

 

Un verano diferente al de los últimos años estamos viviendo, luego del cambio de gobierno a nivel nacional, sin decir que las cosas cambien para bien o para mal, pero ha sido un cambio político desde el punto de vista de las personas que acceden al poder.

El presidente Javier Milei ya es un cambio en sí mismo, por su personalidad, por su historia profesional y por la manera en que logró ser elegido presidente de los argentinos. Las cuestiones valorativas serán para un poco más adelante, cuando el andar por el tiempo nos ilustre la verdad de la historia acontecida, más allá de las interpretaciones que se puedan realizar sobre este período de la historia.

Pero lo cierto es que, con los cimbronazos de la economía y las dificultades para vivir en un país que tiene todo y nada a la vez, se han sumado algunos castigos de “las fuerzas del cielo” como las tormentas impredecibles que se mueven realmente como capricho de un niño; los mosquitos que regresaron con furia después de algunos veranitos de sequía en que no estuvieron tan presentes; y algunas enfermedades que avanzan con peligrosa lentitud, como el COVID, la Fiebre Hemorrágica, el Dengue y la Encefalitis Equino del Oeste. Como se verá, un combo que no ayuda en nada a nuestras míseras existencias.

Cabe recordar que las “fuerzas del cielo” a las que alude el presidente no solamente están compuestas por ángeles piadosos y el mismísimo Dios, sino que también hay un ejército de arcángeles que han castigado en otras oportunidades a los seres humanos por su mal comportamiento. Y están los jinetes del Apocalipsis, que también pueden venir para terminar con tantas pelotudeces humanas. Entonces, hay que tener cuidado cuando se invocan a los seres celestiales, porque nos pueden enviar cualquier cosa que, a veces, no son tan gratas a nuestras egoístas pretensiones.

Las fiestas pasaron volando, como siempre, como si la sensación del tiempo fuera diferente. Es más, algunos sostienen que por la rotación de la Tierra se ha producido una aceleración del tiempo y que esa sensación es real. Capaz que la velocidad es tan rápida que además del tiempo se ha llevado algunas ilusiones y esperanzas. El tiempo pasa velozmente, pero nuestra espera de que las cosas cambien se asemeja a la paciencia de un aimará, que conoce más de la naturaleza que los modernos civilizados, pero no espera nada de sí mismo ni de su entorno social, porque sabe que, a la larga, todo se repite y todo sigue igual, y que es la naturaleza la que dicta el ritmo de la vida ¿Será Milei un descendiente de los aimará y espera que las cosas cambien por fuerza de la naturaleza celestial? ¿O es un iluminado que cambiará las cosas de acuerdo a ese orden natural?

Preguntas filosóficas que quizás no vengan al caso, pues la necesidad de sobrevivir nos interpela a cada instante, viendo cómo suben los precios de cualquier cosa que tenga precio. Así es el sistema capitalista… ¿o se trata de vivos que aprovechan la situación de privilegio capitalista?

En fin, estamos pasando (o sufriendo) un verano muy particular, en el cual muchas vacaciones han sido suspendidas “por razones ajenas a nuestra voluntad” (por seguir la onda comercial). Pero todavía nos queda la voluntad, la alegría, las ganas de salir adelante, atributos humanos que todavía no pueden arrebatarnos los egoístas y ambiciosos de siempre.

Hay que ver el lado positivo: comer menos o seleccionar la comida nos lleva a una dieta saludable (Jubilados: basta de remedios caros, hay remedios caseros que son muy buenos), beber mucha agua que todavía no es tan cara, caminar para ahorrar nafta (si no hay zapatillas porque son caras hacerlo descalzo sobre pasto, tierra o arena; evitar el pavimento o asfalto porque está que arde), y si el servicio de tv por cable e internet aumentó mucho (aumentó mucho) desempolvar un libro de la biblioteca y volver a leer. Quizás alguna lectura esclarecedora nos ayude a comprender el presente.

 

FOTO: Cuatro Jinetes del Apocalipsis, obra de Viktor Vasnetsov (1887).