El robo y el incendio a la Escuela N˚ 218 de la ciudad de San Lorenzo, que derivó en un “abrazo solidario” de la comunidad educativa, vecinos y autoridades, nos ilustra una vez más de las actitudes que se producen cuando ocurren hechos de estas características.
Muchas veces afirma que los argentinos somos prolives a actuar luego de ocurridos los hechos, por haber postergado infinitamente las acciones de prevención. En las cuestiones de seguridad en el tránsito o la seguridad en general para prevenir accidentes, siempre estamos uno o varios pasos atrás. Cuando se producen las desgracias lloramos y nos solidarizamos, es decir nos movilizamos física y emocionalmente para tratar de entender y enmendar el daño ocurrido, como si fuerzas ocultas y desconocidas hayan sido la causa de nuestros males. Eso sí existe, cuando la naturaleza ocasiona daños al moverse la tierra con terremotos o eventos climatológicos violentos o por cualquier acción imprevista y violenta de la naturaleza los seres humanos sufrimos las consecuencias. Son eventos del cual no depende mucho de nuestra aptitud para prevenir,
Sin embargo, cuando es el propio ser humano el que provoca las desgracias, estamos frente a nuestras situaciones distintas, pues tenemos a alcance las herramientas para poder prevenir o mejorar las consecuencias. Y principalmente podemos entenderlo, saber que eso que tiene su causa y desarrollo que la mayoría de las veces es claramente identificable.
Lo ocurrido en la escuela N˚ 218 tiene que ver con el drama social que vivimos hace tiempo y que va creciendo a medida que no se hace nada al respecto. Como también muchas veces dije estas actitudes delictivas se entienden en el marco del gran avance que ha tenido el narcotráfico en nuestro país, con su profunda inserción en sectores marginados donde se ejerce una violencia inusitada y también con la misma inserción en el resto de la sociedad para consumir y lavar el dinero proveniente de los sectores que trafican y venden.
Nadie es ajeno a este problema, cuya cara visible y dolorosa es la consecuencia que vemos sobre la superficie: robos, destrozos, asesinatos, inseguridad por todos lados que impide vivir con tranquilidad.
Resumir todo el problema a acciones individuales “inesperadas”, “inentendibles”, es no aceptar que el problema de fondo tiene que ver con una forma de vida que buscamos por ambición y soportamos por comodidad.
La inseguridad se enfrenta con acciones de prevención. La educación es una de ellas, la economía estable también, y cuando surgen las malas intenciones de los individuos la sociedad tiene como herramienta la vigilancia y la represión. Pero estas respuestas deben ser el último eslabón de esa cadena social.
Por eso, antes de lamentarnos por cosas que son prevenibles, tenemos que actuar con las buenas intenciones, para que no predigan las desgracias generadas por las malas intenciones.