Rocío Aylén junto a Oscar David, su pareja y papá de sus hijitos.
Con tan solo 20 años, Rocío Aylén Albornoz demostró que la solidaridad no entiende de edades ni de recursos, sino de corazones dispuestos a ayudar. Desde la ciudad de Puerto General San Martín, creó una página de Facebook con el fin de recolectar donaciones y asistir a las familias más necesitadas de su comunidad.
El compromiso de Rocío con la ayuda social no es nuevo. "El año pasado para el Día del Niño junté juguetes por mi cuenta", relata en diálogo con SINTESIS, destacando que en ese momento nadie la ayudó ni colaboró con su iniciativa. A pesar de las dificultades, junto a su familia compró juguetes para hacer sorteos y logró llevar una sonrisa a muchos pequeños.
El deseo de ayudar la impulsa a seguir adelante. "Quiero ayudar a las personas, más que nada a los niños que no tienen nada y que están en situación de calle", explica. Su sueño es poder repartir alimentos y mercadería en las calles: "paquetes de fideos, arroz, lo que sea". Para lograrlo, apela a la colaboración de la comunidad a través de su página de Facebook, donde recibe donaciones.
En cada una de sus iniciativas, Rocío puso su esfuerzo y recursos propios. "Estuve juntando dinero, y algo me dio mi pareja también", cuenta, recordando que gracias a eso pudo comprar casi 40 juguetes en una de sus primeras campañas solidarias. Para Navidad intentó repetir la experiencia, pero no obtuvo suficiente colaboración. "Esa plata la guardé y ahora quiero hacer algo para Pascua", adelanta, con la idea de repartir huevitos de chocolate a los niños en situación de vulnerabilidad.
El camino de Rocío no fue fácil. Con una infancia marcada por la carencia, sabe en carne propia lo que significa pasar hambre y dormir en la calle. "Yo desde niña pasé también muchas cosas feas", recuerda con emoción, explicando que su mamá y sus hermanos también vivieron esa realidad. Esa experiencia la motivó a querer ayudar a otros. "Es un sueño que siempre quise, porque yo lo viví", confiesa.
Hoy en día, Rocío vive con su pareja y sus tres hijos pequeños, de 6 años, 3 años y 8 meses; y estudia para ser extraccionista de laboratorio. A pesar de las dificultades económicas, no deja de lado su vocación solidaria. "Gracias a Dios la comida no les falta nunca", dice, pero su preocupación está puesta en quienes no tienen la misma suerte. Su hija mayor también se involucra en la causa: "Ella, el año pasado, me ayudó a hacer los sorteos".
Su gran sueño es poder abrir un comedor comunitario donde las familias más necesitadas puedan acceder a un plato de comida. "Ese es mi sueño, tener un lugar para poder darles de comer también", expresa con firmeza. Mientras tanto, sigue adelante con la recolección de ropa y mercadería, que luego reparte en la calle.
Para quienes quieran colaborar, pueden seguirla en su página de Facebook, "Albornoz Ailén", donde también realiza sorteos para incentivar la participación. "Ahí voy a estar subiendo todas las novedades con videos para mostrar como entrego las donaciones y la gente vea que le doy buen destino a sus ayudas", asegura. Cada gesto, cada donación, por pequeña que sea, puede marcar una diferencia en la vida de muchas personas.
Rocío Albornoz es un ejemplo de que, a pesar de las dificultades, la voluntad de ayudar puede transformar realidades. Con su esfuerzo y dedicación, está construyendo un puente de solidaridad en su comunidad, demostrando que el amor al prójimo es la fuerza más poderosa para cambiar el mundo.