El General se va,
y la Patria lo ve partir como en un sueño.
Atrás deja las banderas
con sus jirones abiertos, como flores duras.
Atrás también, la honorable amistad del campamento
y el galope para alcanzar la frontera y sus auroras.
Se va, después de haber organizado
en los senderos de piedras y de nubes,
las ráfagas de los gritos en la batalla
y la dolorosa fatiga de la libertad en espera.
No ha de volver,
porque su estirpe tiene el sello
de una lucha más luminosa
que la que se teje en los oscuros salones de la infamia,
y más sonora que el canto de las aves en la catedral del viento.
Se lleva un gesto en su mano adelantada,
una idea que recorre la geografía del agua y la montaña:
nunca su espada sobre el compatriota,
nunca su acero quebrando un corazón criollo.
La Patria lo ve alejarse,
y lo bendice desde sus sueños inconclusos.
Autora: Susana Solanes
Rosario – Santa Fe