SINTESIS comenzará a publicar periódicamente, una columna de la pedagoga Gabriela Balbuena sobre los avatares del rol docente en el escenario pandémico, la reconstrucción de las instituciones educativas, la función política de la gestión escolar, las urgencias y las necesidades de la formación docente, la importancia del diálogo entre saberes y la docencia asumida con compromiso político-social, entre otros aspectos.
Antes de compartir sus artículos, conocemos a la autora, su pensamiento y su postura frente a los numerosos y permanentes desafíos que plantea la educación y formación.
Gabriela Balbuena nació en la ciudad de Santa Fe, es educadora desde hace 25 años, dando clases en los distintos niveles educativos: primario, secundario, terciario y universitario. Es Profesora en Ciencias de la Educación egresada de la Universidad Nacional de Rosario.
Siendo educadora del nivel primario eligió escenarios que representen un gran desafío en lo concerniente a la garantía del derecho de los niños y niñas a la educación, dando clases en escuelas ancladas en barriadas populares tanto de Santa Fe como de San Lorenzo.
Fue maestra de escuela rural donde junto a sus alumnas de diferentes institutos de educación superior llevó a cabo el proyecto “Bibliotecando los caminos”, en el cual, en un sulky llevaban libros a niños y niñas que vivían en el campo. Coordinó proyectos de Educación No formal en relación a la Educación Popular; ocupó un cargo directivo por concurso de oposición en educación primaria.
Su formación académica le generó la posibilidad de ser coordinadora de talleres para aspirantes a cargos directivos en el Departamento San Javier, Garay y San Lorenzo, directora de tesis, además de dar cursos y talleres de formación docente en distintas áreas del campo educativo, dictar seminarios para Licenciaturas ofrecidas por la Universidad Nacional de Rosario.
Realizó diversas ponencias en congresos y jornadas de educación y publicaciones de artículos. Fue convocada por el Ministerio de Educación de Santa Fe para coordinar acciones pedagógicas en relación a la revinculación de las trayectorias escolares de niños, niñas y adolescentes a través del “Programa Acompañar: puentes de igualdad” (del Ministerio de Educación de la Nación Argentina) y que luego cada jurisdicción adaptó a sus propias necesidades, función que sigue desempeñando en la actualidad.
Además, entre otros de sus desempeños actuales, es profesora en la carrera Ciencias de la Educación de la Facultad de Humanidades y Artes de la Universidad Nacional de Rosario y coordinadora de un centro educativo de formación docente.
Tiene una inclinación especial hacia a fotografía, el teatro y el cine, artes en las que también se formó. Actuó en una obra de teatro presentada en la prestigiosa sala Marechal del Teatro Municipal de Santa Fe, y dirigió dos documentales, uno de ellos que describe la debacle del ferrocarril en la ciudad de Santa Fe y el otro sobre la inundación del 2003 que afectó a la ciudad. Ambas piezas audiovisuales participaron de numerosos eventos y éste último fue seleccionado y participó en el 19° Festival Internacional de Cine, que se realizara en Mar del Plata en el año 2004, en la Sección Mirada Interior.
Cuando mirás para atrás y ves todo lo que hiciste, ¿qué sentís?
Mucho orgullo. Visto así parece el desarrollo de un currículum, pero yo no lo siento así: es mi vida. Cada experiencia que está apuntada aquí, forma parte de una escena mayor, de un contexto donde hubo y hay hijos, familia, amores y amoríos, amigos, amigas, compañeros, compañeras de trabajo, mudanzas, sueños rotos, nuevos sueños, desafíos, volver a empezar, es decir, la vida misma. Por eso me cuesta parcelar y decir esto es profesional, esto es laboral, esto es personal, esto es para lunes a viernes, esto es para fines de semana, esto es para vacaciones de verano. No puedo separar, porque todo lo que te nombro, en mi vida están entrecruzados, se condicionan uno al otro, y esto me maravilla.
¿Qué es para vos ser docente?
Ser educadora es una condición, una forma de estar y de ser en la vida, de amarla. Por eso un sábado a la tarde puedo estar leyendo un libro y subrayándolo y siento placer, no siento que estoy ocupando un momento de mi vida personal porque mi vida personal es disfrutar al máximo esas cosas que me hacen bien. Y después puedo estar dando un seminario virtual y se me cruza mi hijita y le sonrío y desenvuelvo un caramelo para dárselo por fuera de la cámara y no siento que estoy desatendiendo mi profesión por cuestiones personales.
Pero, ¿a veces se necesita hacer un corte? Por ejemplo, que termine una jornada laboral.
Entiendo que sí, cuando lo laboral es un pesar, cuando es una obligación donde no está el placer ni la pasión ni nosotros mismos como sujetos, sino como simples receptores de órdenes, donde no nos sentimos parte de los logros. Ahí entiendo que puede surgir esa necesidad.
Esto pasa mucho a los o las docentes.
Lamentablemente, creo que sí. Ahora tendríamos qué pensar qué ocurrió para que muchos suelten la pasión y el placer.
¿Y qué pasó?
¡Tantas cosas! Concibo a la pasión como algo indescriptible, que se puede explicar y que nos inclina a ciertas elecciones, gustos, lugares, personas. Cuando uno una joven no elige la docencia, sino que inicia la carrera del profesorado entre algunas otras opciones, hay algo que trabajar allí porque la pasión no está. Yo tengo hace unos cuantos años el Taller II de Práctica Docente en educación superior y siempre que comenzamos las clases les pregunto ¿por qué quieren ser maestros o maestras?, lo hice también en Taller I y aquí es más contundente la respuesta. El 50% había comenzado otra carrera, y por distintos motivos, la mayoría de limitaciones económicas, pero también de “desempeño académico” no pudieron seguirla y ante el temor a fracasar nuevamente buscaban a la docencia como carrera “fácil”, considerando que allí no fracasarían. Si me permitís ser optimista te digo que valoro que por lo menos ven a la formación docente como un lugar de esperanza.
El otro 50 % sí eran estudiantes que habían salido del secundario y tenían claro que querían ser docentes y también en este porcentaje estaban estudiantes que, por haber formado una familia, o por trabajar, empezaron con más de 20 años. Hay estudiantes que en primer año tienen 25, 30 o 35 años. En este grupo etario la esperanza es muy fuerte. Entonces, sin ser determinista, hay una condición que hace la diferencia y es la posibilidad de poder elegir.
Entonces, ese 50 % de los que no la hubiera elegido, pero ante el miedo de volver a fracasar la empiezan a cursar, ¿serían los futuros “desapasionados”?
No creo en ninguna profecía, ni las más pesimista ni las más optimista, creo en la transformación y en la alteridad. Ahí tenemos los profesores 4 años para ayudar a la formación. Pero claro: hay que ayudar. Esto nos convoca a una evaluación sincera, genuina, mirando detenidamente lo que pasa a nuestros y nuestras estudiantes, no a informar números, cifras, cantidades.
¿Esto implicaría el desafío que cada institución formadora se mire hacia adentro?
Creo que lo primero que tenemos que hacer es bancarnos la mirada del otro. De una vez por todas tenemos que necesitar la mirada del otro para crecer, pero no debemos tenerle miedo, pero para eso es necesario deconstruir las matrices que denotan que en los institutos de formación o en las universidades están “los que saben”. Es más fácil, más cómodo y menos doloroso pensar que “la culpa la tiene el otro” porque el mirar a otro también me miro y a veces eso causa dolor. Es necesario prácticas pedagógicas, debates que nos hablen de la valoración de todos los saberes.
Entonces, ¿corre la culpa como la mejor excusa?
Claro. La escuela culpa a los institutos de como salen los maestros, los institutos culpan a las escuelas de que son ellas los lugares donde van a hacer las prácticas y se encuentran con prácticas que no responden a los requerimientos de los institutos. Yo creo que ninguno de los dos es culpable, existen responsabilidades también que exceden a los profesores. Y en el medio, quedan los y las estudiantes, los futuros y futuras maestros y maestras.
¿Qué falta entonces?
Diálogo entre las instituciones de los distintos niveles educativos. Pero dialogar no es solo articulación. Y en todo caso articulación no es llevarlo del jardín a la primaria para que vean cómo es, no es una charla del séptimo grado del primario en la escuela secundaria, no es que el quinto año del secundario visite la expo feria. Eso ayuda, sí, pero no es articulación en sentido pedagógico.
Articular es enlazar para que no se corte, para que no se quiebre, para sostener, para no soltar la mano. Valoro enormemente esas acciones de las que hablábamos, pero modestamente, creo que articular es mucho más que eso. Falta más diálogo al interior de la Educación Superior, esto es entre universidad e institutos superiores. Y puede ser posible porque muchos profesores que enseñan en los institutos también lo hacen en las universidades.
Es posible fortalecer los lazos entre instituciones: intranivel e internivel, diálogos entre los distintos campos del saber, no podemos seguir “disciplinando”. Cada campo tiene su objeto de estudio, coincidimos en eso, pero tenemos que buscar prácticas pedagógicas donde puedan dialogar, pero también implica un gran cambio en las formas de evaluar, en las formas de acreditar, en los requisitos de promoción.
Yo imagino otras formas de evaluación. No puede ser que un chico o chica del secundario que rinda mal matemática, física y química repita todo el año cuando tiene 10 en filosofía y 9 en Literatura. Me resulta muy injusto.
Yo quiero más chicos y chicas apasionadas por lo que les gusta y esto no es “pedagogía del interés de los estudiantes”, esto es ayudar a una formación. Tendrá que aprobar en algún momento matemática, física y química mediante actividades tutoriadas, con un profesor o profesora que lo ayude, ¡pero tendremos posiblemente un filósofo o filósofa o un escritor o escritra admirable! En cambio, repitiendo todo el año, no validando sus saberes en las materias en las que se destaca tendremos un o una adolescente que guardará para siempre el sabor del fracaso y hasta pueden abandonar la secundaria. Es tan doloroso que un chico o chica lo haga como que vaya y no sea valorado, no sea tenido en cuenta, no sea mirado.
Pero al menos está en la escuela…
Quedan tantas marcas en la subjetividad por algunas aulas con tantos que “al menos están”. Pasa con algunos alumnos o alumnas en proyectos de integración por tener alguna discapacidad. Todos coincidimos que tienen que estar, pero hay que asegurar todas las condiciones para que reciba una buena educación. Y merece que aclare que esa buena educación no solo depende de una sólida formación del docente, hay otros elementos que deben estar como buenos salarios, infraestructura óptima de los edificios, porque sin ella, no podemos hablar de buena educación.
Hace poco leía un posteo sobre la necesidad de más mujeres en las ciencias, y me preguntaba: cuántos niñitas, ¿cuántas adolescentes no han sido aprobadas en Ciencias Naturales o en Biología, o en Química? Tal vez de ellas hubiera surgido una gran científica.
Yo quiero más filósofos y filósofas, yo sueño con más estudiantes de profesorados dialogando sobre filosofía, serán los que cuando vayan a enseñar lengua, o ciencias sociales, o música, o geografía a las aulas, llevarán estas prácticas aprendidas y disfrutadas. Yo sueño escuelas con más poesías, sin subrayar los verbos ni los sustantivos comunes, con poesía porque sí, poesía de repente, como canto, como protesta, como refugio, como caricia, yo sueño que la escritura se pondere con un palito en la arena o en el celular, en una tapia abandonada o en un guardapolvo.
Todos los niños, niñas, adolescentes tienen que estar en la escuela, pero siendo valorados, la vida vale, el tiempo de ellos y ellas vale, merecen el mayor de los respetos, y el mayor de los respetos que podemos dar los educadores y educadoras es educar con compromiso ético.
Pero a veces, ¿no hay limitaciones por parte de los equipos directivos o supervisores que deben cumplir órdenes de los funcionarios del ministerio?
Las transformaciones genuinas nunca vinieron de arriba, no se decretan, las grandes transformaciones vienen de las bases donde está la fuerza más grande, así como los árboles con sus raíces. Considero que lo que sí puede hacer un equipo directivo ético, un supervisor ético, un funcionario ético es saber escuchar, mirar, dialogar y acompañar.